miércoles, 10 de marzo de 2010

2 de 1

Es increible de la forma en que nos podemos llegar a engañar con los sentimientos, como pueden llegar a magnificarse, y derrepente paff, aparece alguien que nos baja de la nube, de la nube de la perfeccion de su cuerpo, de las horas de un solo pensamiento, de los miles de perdones, de la inmesa nube de felicidad que nos rodeaba. Era increiblemente feliz, si, quizás podria llegar a decirse que nunca probe felicidad tal pero ahora así derrepente, de la nada, sin querer quererlo un sentimiento menor que va haciendo grande, hay otro cuerpo, las horas disminuyen y cuando se requieren perdones cuesta más concederlos, la nube de felicidad que cubria el cielo azul, esa nube blanca y hermosa, a oscurecido el cielo, ahora es gris y con ella trae llantos, trae dudas, trae dolor. En este juego que es conocido como amor solo valen dos jugadores pero a veces el corazon hace pequeñas trampas, y permite el paso de un integrante más a el. Una cosa tengo clara y es que a veces la cobardía de callar puede ahorrar demasiado dolor.