jueves, 9 de febrero de 2012

Diez.

Es un vicio a tener en cuenta. Puede ser enfermizo. Me secuestro en marzo y en junio me obligo a ser más que feliz. Si la arena de aquella playa entendiera de sentimientos, moriría de celos. Supe que era perfecto cuando aquel día, el 10 dibujo en mi tal sonrisa. El beso hizo que su recuerdo perdudara tanto que tuve que suspender el examen del día siguiente, ya que la concentración muerta de envidia me odiaba, como muchas más. Un viaje tan mágico como increíble, por los paseos bajo la luna que nunca tenia valor a alumbrar más que su sonrisa. Vivir en su mirada los mejores momentos, sabía que lo quería pero supe que lo amaba cuando bajo los efectos del alcohol, de su ansia adolescente, de sus 19 años me miro a la cara y con los ojos más abiertos que de costumbre y sus mejillas delicadamente enrojecida me dijo: "Eres la primera chica por la que me haría un tatu." Lo que aquella noche me pareció una locura más, una estupidez, lo que aquella mañana me enfado cuando no lo vi a mi lado al despertar, ese mediodía me hizo llorar de felicidad. "Andrea" adornaba su hombro izquierdo. Me daba igual que fuésemos a durar un solo mes más, sabía que aquello no lo iba a olvidar jamás, yo también quise reflejar sus iniciales y nuestro 10. Bajo el sol y su sonrisa, se mezclo con la tinta y mi sangre la lágrima de dolor más gustosa de mi vida. Si tuviera algún día que agradecerle a alguien, todo esto. Todas las emociones, fantasías, todo lo que él decía que era magia. Sin sus desayunos compartidos, sin sus caricias en mi espalda para demostrarme que aun no se había dormido, sin su mirada ahogada cuando su orgullo se desbordaba y no podía rebajarse ante mis tonterías de niñata. Pero sobre todo sin sus manos, sin su arte de encenderme, sus besos que quemaban, sin su gran faceta de investigador de cada rincón de mi cuerpo. Su inmensa sonrisa al buscarme las cosquillas. Y como gran responsable de mis párrafos su inmensa paciencia por seguir aquí, conmigo a mi lado, cogiéndome por la cintura besándome el cuello y susurrándome feliz, "Has vuelto a escribir, mi amor".